viernes, 12 de febrero de 2010

Perú

Siempre me ha gustado preparar los viajes a conciencia, aunque se trate tan solo de doblar la esquina. Cojo guías de viaje de la biblioteca, navego por internet en busca de opiniones, me hago unos croquis con el Google Maps...

Uno de los primeros viajes que hice con mis amigos fue a Perú. Nunca antes había cogido un avión, así que fue todo un acontecimiento. Recuerdo que la noche anterior estaba nerviosísimo, no pude apenas conciliar el sueño y no fue hasta estar en pleno vuelo cuando logré echar alguna cabezadita. Entre sueños, cacahuetes y refrescos el viaje se me hizo más ameno. Cuando llegamos a Perú saqué mis apuntes y... ¡a disfrutar!

Visitamos Lima donde tuvimos una sonada discusión sobre Francisco Pizarro (yo no sabía que fuera cacereño y ahora os aseguro que no se me olvidará en la vida). Descubrimos que la capital se trata de una gran urbe en la que, para nuestra sorpresa, se duerme poco: infinidad de comercios abrían las veinticuatro horas del día. Estuvimos en el Museo Nacional de Antropología, el Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (todo un almacén de oro y plata), en la Catedral de Lima y la Iglesia de San Francisco. Podéis echarme la bronca, pero estuvimos en un par de playas de las que no recuerdo los nombres... y es que aunque resulte irónico no soy muy playero.

Por supuestísimo nos dejamos caer por el Machu Picchu saliendo de Cuzco y el Lago Titicaca, en Puno. En fin, qué más os puedo contar. Fue un viaje estupendo con momentos inolvidables del que guardo cientos de instantáneas. Seguro que esta no os deja indiferentes.

martes, 9 de febrero de 2010

Mi gato Zurraspas

Zurraspas rezuma alegría. Es un gato que cogimos hace seis meses de la protectora de animales. Desde entonces, como buen felino, se ha convertido en el rey de la casa. Tiene el pelo negro y los ojos amarillos. Apenas tiene un año y no tiene destreza: se resbala con frecuencia y a veces cae al dar brincos. Parece como si le pesara el culo. Es un torpón.

¡Aay!... Pero qué entrañables son los gatos. Me encanta cuando al volver del trabajo, abro la puerta de casa y se levanta hacia mí estirándose hacia arriba, como reencontrando su tamaño, tras muy posiblemente haberse pasado toda la tarde dormido hecho una bola. Se acerca sigiloso, me mira, se roza en las piernas y empieza a ronronear. Entones, siento la necesidad imperiosa de cogerlo y mimarlo. Lo subo al sofá y se pone boca arriba para que le toque la tripa, mientras juega con sus patas delanteras tratando de atrapar mi mano. Me muerde y me hace un poco de daño. Se ve que todavía no mide bien la fuerza, ni distingue el juego de la pelea. Se ofusca y sale corriendo.

Pero qué salaus son los gatos. Comen, hacen sus necesidades en la piedrecitas, se las limpias, las vuelven a marcar, duermen, juguetean, vuelven a dormir, se duchan a su manera y cómo no, piden mimos de vez en cuando. Es un negocio mutuo fácil de llevar. No causan demasiados problemas, sobretodo si les dejas que se hagan la cama sobre ti cuando te estás quedando dormido delante del televisor.

Y ahí empiezan los problemas: con la tele. Un día al gato se le cruzan los cables y decide que no puedes verla más. Empieza a conspirar para que no te enteres de lo que estás viendo. Maulla alto como cuando está en celo, se te roza por la cabeza porque entiende que lo último es que estés agusto, da algún salto en el que por supuesto se llevará algo por delante, te hace creer que está muerto de hambre pero cuando le viertes comida en el plato no prueba ni gota, rasga la última revista que compraste y que aun estaba por leer, y si es muy rencoroso, la marca y, cómo no... el más difícil todavía: se afila las uñas en el sillón nuevo que te costó una pasta.

Este es el tercer gato que tengo y, si bien los adoro, me voy a informar antes de que el tema se me vaya de las manos... si hace falta buscaré un encantador de gatos. Lo sé, esto me pasa por coger un gato común. Pero es que Zurraspas es tan salau...

lunes, 8 de febrero de 2010

El origen del universo

En la cosmología moderna, el origen del universo es el momento en el que se juntaron el plástico y las máquinas que tenemos actualmente en el universo Geobra, como consecuencia de una crisis empresarial (y no de una gran explosión como se cree en wikipedia).

Antes de la vida click, abundaban los microorganismos tipo caja registradora y balanzas de juguete. Lo que vino después es obvio, y estamos hartos de que nos lo explicaran una y otra vez entre clases de biología e historia. Aún así, para los más pequeños, seguiremos diciendo que los niños vienen de Zirndorf y no de París.

Quien quiera indagar en la fisiología click y sus entresijos filosófico-existencialistas, recomiendo
Playmobil: The Story of a Smile de Felicitas Bachman; para un paseo más que bien guiado por la historia de la humanidad click, no dejéis de leer La Historia con Playmobil de Richard Unglik.