martes, 16 de junio de 2009

Sobre la comida

(Léase el texto con la banda sonora de Amelie sonando de fondo. Imprescindible)


El pasado fin de semana recibí la visita de mi amiga Malena. Es una chica excepcional. Vive en Burdeos y estudió la carrera de dietética, para luego especializarse en Tecnología de los Alimentos. Después de tanto estudiar se le cruzaron los cables y trabaja como cocinera en un conocido restaurante de la ciudad gala. Es feliz.

Justo como mi amigo Santi: sus padres, provenientes de la Zamora más rural, se empeñaron en que fuera a la universidad para ser un hombre de provecho. Si bien soñaba con ser carnicero, tuvo que realizar el sueño de su padre: Ingeniería. Tras diplomarse y ver dibujada una sonrisa mayúscula en la cara de su progenitor, no tardó en abrir su propio negocio: una flamante carnicería. Por supuestísimo, es un hombre de provecho y es también muy feliz.

Siguiendo con la visita de Malena, hablamos de muchos temas. Uno de ellos vino justo después de ver una película que alquilamos en el videoclub, como no, de ciencia ficción. Nunca te acostarás sin aprender algo más, dicen. Pues bien, aquella tarde aprendí que los astronautas comen la comida sometida a distintos procesos (deshidratados o liofilizados, termoestabilizados e irradiados), que la deben de hacer todo menos apetitosa.

Así que como persona perfeccionista y emprendedora que soy se me ocurrió que podía empezar por habituarme a semejante suculencia. Empecé por el conocido puré de patatas de sobre, eso sí, sin reconstituir en leche, ni mantequilla ni "ná de ná".




Por un instante sentí la imperiosa necesidad de meterme un cucharazo en la boca y decir "Pamplona" cual polvorón navideño. ¡Puag!...



(Niños, esto no lo hagáis en casa. Os aconsejo que empecéis por machacar unos gusanitos dentro de su bolsa, hasta hacerlos polvo. La idea es similar y el sabor mucho, pero que mucho mejor.)

Malena se rió. Dijo que las bolsas en las que van estos alimentos se rehidratan a la hora de ser ingeridos, aunque no de la misma manera que lo haríamos en casa. ¡Me lo podías haber dicho antes!, increpé. Pero supongo que verme haciendo el tonto valió la pena. ¡Esta Malena me trae de cabeza!...

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